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Centro de Entrenamiento Personal

Claves para entrenar a partir de los 40

Es frecuente encontrarnos con este dilema de no saber si es mejor entrenar con actividades cardiovasculares: andar, correr, montar en bicicleta, patinar, nadar, bailar con mayor o menor ritmo, etc.; o bien ejercitar nuestro cuerpo trabajando la fuerza en todas sus vertientes. Muchos son los mitos y falsas creencias que todavía acompañan esta decisión y que, sin duda, afectan de forma directa a la salud de hoy y, sobre todo, a la salud de mañana.

El entrenamiento cardiovascular es necesario para mejorar nuestra capacidad cardiorrespiratoria; pero a nivel metabólico y de quema calórica tiene una acción muy limitada. Sin embargo, el entrenamiento centrado en la fuerza, ajustado y adaptado a las necesidades y posibilidades de cada persona, ejerce una influencia determinante en el metabolismo basal, y en numerosos procesos estructurales y hormonales que afectan a nuestro estado de salud actual y futuro.

Esta elección del tipo de entrenamiento se vuelve determinante a partir de los 40 años, ya que el ritmo metabólico basal experimenta una ralentización progresiva y comenzamos a sufrir sobrepeso con mayor facilidad. A esto se añade la desregulación hormonal que por causas endógenas (tiroides, niveles de testosterona, pre-menopausia, etc.) o bien por factores externos (estrés laboral o familiar, hábitos sedentarios de vida, alimentación poco saludable, trastornos de sueño, etc.) inciden de forma negativa en el estado de salud general, con consecuencias devastadoras a nivel muscular y óseo. Por tanto, ante este cóctel de “peligros” que nos sobrevienen de forma habitual al pasar la barrera de los 40, debemos reaccionar activamente, con una dosis natural de ejercicio y movimiento bien pautado y ajustado a nuestro perfil, y acompañarlo de un estilo de vida más equilibrado en lo que comemos y en nuestro descanso.

Los principales ‘peligros’ o ‘daños’ que comienza a sufrir nuestro cuerpo se traducen en sobrepeso, pérdida de masa muscular (sarcopenia), pérdida de densidad ósea (osteoporosis), y un innumerable repertorio de ‘achaques’ y molestias articulares y posturales que nos acompañan a lo largo del día, y a veces en la noche. Y lo mejor es que el remedio más natural y eficaz no se encuentra en la farmacia, se encuentra en el ejercicio físico de fuerza, personalizado y graduado en función de nuestra capacidad y necesidad. El trabajo de fuerza en nuestras sesiones de entrenamiento proporciona la dosis necesaria para impactar positivamente en los daños y riesgos descritos: 

  • Aumenta progresivamente el metabolismo basal. Es decir, el consumo calórico que nuestro cuerpo necesita para mantener activos todos los sistemas de funcionamiento. Esto ayuda a regular sobrepeso.
  • Además, el trabajo de fuerza genera un ‘daño’ específico en las fibras musculares, lo que implica la activación de mecanismos reparadores en el tiempo posterior al entrenamiento (cuando descansamos), que conlleva una demanda energética muy importante para sintetizar proteínas y recuperar el músculo. Esto, de forma paulatina, genera una mejor composición corporal; es decir, un mayor porcentaje de masa magra (muscular) frente a la masa grasa, que de forma natural demanda un mayor gasto energético de mantenimiento. Consecuencia: mayor facilidad para combatir el sobrepeso.
  • Por otro lado, el trabajo de fuerza nos ayuda a prevenir de forma activa dos de los principales factores de envejecimiento. Por un lado la sarcopenia, pérdida progresiva de masa muscular. Y por otro lado la osteoporosis, pérdida de densidad y calidad ósea, que de forma preferente ataca a la mujer a partir de los 40 años. Estos enemigos de la juventud y de la salud se combaten de forma eficaz con el entrenamiento de fuerza, con el que se mejora la cantidad y calidad de nuestras fibras musculares, y se activan los procesos de osteogénesis, necesarios para fortalecer la densidad y calidad ósea de nuestros huesos.
  • Interviene activamente en la reducción y desaparición de los dolores y problemas posturales. El principal factor a la hora de mantener una postura correcta son los músculos. Una musculatura fuerte contribuye a mantener una buena postura sin esfuerzo. Una postura saludable no solo previene dolores y contracturas de la espalda, cuello y hombros, sino que también mejora la función del aparato circulatorio y digestivo, entre otros.
  • A nivel emocional, el trabajo de fuerza mejora nuestra autoestima, nuestro estado de ánimo, nuestro nivel energético vital para enfrentar el día a día y, de forma colateral, por las reacciones químicas que produce en nuestro cerebro, reduce el estrés y ansiedad que se sufren en estas edades.

Esta es la razón fundamental que nos ha llevado en SANO a diseñar productos de entrenamiento coherentes con estos principios. Trabajamos en nuestras sesiones un 70% de factores relacionados con la fuerza en todas sus vertientes, y un 30% aproximadamente de ejercicios cardiometabólicos. De esta forma, te ofrecemos una dosis segura y completa de los niveles de fuerza que te van a ayudar a controlar todos los “enemigos” y riesgos de tu estado de sana juventud. No se trata de obsesionarnos con terapias antiaging. Entendemos el envejecimiento como un proceso natural en el que nos embarcamos desde los 30 años… Pero de nosotros depende que sea un viaje de deterioro y de enfermedad, o bien, un trayecto saludable y activo, que nos permita disfrutar de experiencias plenas y jugosas en cada momento de nuestra vida, sin abandonar prematuramente aquello que hacíamos a los 30 años.

La fuerza es el motor de nuestra vida, la fuente energética que nos permite movernos física y emocionalmente y, por tanto, la respuesta al dilema inicial: en Sano la tenemos muy clara.

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