
Cuando practicamos ejercicio físico nos sentimos con menos estrés, más relajados, optimistas, seguros de nosotros mismos y, finalmente, más felices. Esto no ocurre porque hayamos amanecido con buen pie o porque el clima sea perfecto para nuestro día de entrenamiento. Se debe a una reacción química que favorece nuestro bienestar psicológico.