Ejercicio físico y osteoporosis

La osteoporosis, o como muchos la llaman, la «epidemia silenciosa» porque no se suele manifestar hasta que se producen fracturas a la más mínima caída o choque, afecta a una de cada tres mujeres mayores de 50 años, en comparación con la media masculina de uno de cada cinco. En España, más de tres millones y medio de personas la sufren. 

Esta enfermedad crónica se produce por la disminución de la masa ósea, haciendo que el hueso se debilite y quede susceptible a las fracturas. La osteoporosis vuelve los huesos frágiles, porosos, estos tienen más aire en su interior, y aumenta el tamaño de las cavidades que los conforman.

Existen muchas causas que pueden influir en el desarrollo de esta patología, aunque en la mayoría de los casos se presenta por la edad y por factores genéticos. Lo cierto, es que existen muchas formas de prevenirla y de tratarla para que la calidad de vida de las personas que la padecen o son susceptibles de padecerla, no se vea afecta.

Su tratamiento y prevención se centran en seguir una dieta saludable con alimentos ricos en vitaminas y minerales, especialmente en calcio y magnesio, y practicar ejercicio físico, ya en edades tempranas, para fortalecer la musculatura.

Beneficios del ejercicio físico para la osteoporosis

Con la práctica de ejercicio físico, los huesos y las articulaciones ganan movimiento y crecen más sanos, aumenta la flexibilidad y la densidad ósea, y los tendones y los ligamentos se fortalecen. Eso sí, es muy importante realizar el entrenamiento bajo la supervisión de un entrenador profesional, ya que un mal movimiento puede acarrear graves consecuencias.

La osteoporosis afecta de forma directa a la columna vertebral, por lo que es esencial reafirmar los músculos que la rodean para mejorar su soporte. Debemos tener mucho cuidado al practicar estos ejercicios, ya que por ningún motivo deben ser excesivos y cada movimiento se debe hacer de forma correcta.

Cuando una persona recibe el diagnóstico de osteoporosis es muy importante que empiece a reforzar su equilibrio, ya que cualquier caída puede suponer una fractura grave, como la de cadera. Con la edad se suele perder la estabilidad al caminar e incluso estar de pie, por lo que es muy recomendable incidir en el balance y en el equilibrio.

Por otro lado, los estiramientos son un excelente complemento que no pueden faltar en el entrenamiento. Estos ayudan a potenciar la flexibilidad para mejorar la postura y evitar las caídas peligrosas. Al ayudar a fortalecer las articulaciones y los músculos, este tipo de actividades también nos ayudan a proteger los huesos para prevenir las fracturas. Según la gravedad que tenga de la enfermedad, cada paciente debe tener un plan de entrenamiento recomendado por su médico y por su entrenador personal.

Recibir el diagnóstico puede conllevar miedos e inseguridades por las consecuencias que implica, pero adoptando un estilo de vida sano se puede sobrellevar sin problemas. ¡Mucho ánimo!


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