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¿Cómo contribuye el ejercicio físico en la mejora de la calidad de vida de los pacientes con fibromialgia?

El ejercicio físico, correctamente prescrito y en la dosis adecuada, es una de las mejores estrategias terapéuticas y la principal herramienta no farmacológica para paliar el dolor y mejorar los efectos secundarios de la fibromialgia.

La fibromialgia se considera un síndrome de dolor crónico, de etiología desconocida, caracterizado por dolor generalizado difuso y asociado a otros síntomas como patrones irregulares de sueño, irritabilidad, fatiga crónica, disfunción cognitiva, intestino irritable, hormigueos y adormecimiento de las extremidades. La prevalencia de la fibromialgia en la población española se estima entre un 2-4%, destacando un incremento de la incidencia de la enfermedad en los últimos años y siendo mayor en mujeres.
Al tratarse de una enfermedad de etiología desconocida y con una sintomatología muy amplia, su diagnóstico es casi tan complejo como el tratamiento. Este es sintomático paliativo, basado en disminuir la sintomatología y mejorar tanto la calidad de vida como la funcionalidad de la persona afectada. Dicho tratamiento requiere de la colaboración de un equipo multidisciplinar. Los tratamientos para el síndrome de la fibromialgia incluyen terapias tanto farmacológicas (antidepresivos, analgésicos, antiinflamatorios, relajantes musculares y antiepilépticos, entre otros) como no farmacológicas, entre las que se incluyen ejercicio físico, masajes o terapias cognitivas de comportamiento.
La mayoría de los pacientes con fibromialgia son sedentarios y tienen una baja condición física, esto puede agravarse por el dolor, la fatiga o la depresión, lo que limita sus actividades cotidianas y afecta a su calidad de vida. En este sentido, el ejercicio físico se considera como la principal herramienta no farmacológica.
A pesar de estar disminuidas las capacidades físicas, el ejercicio se ha definido como una herramienta útil para mejorar la calidad de vida, la independencia y la capacidad funcional de los pacientes con dicha patología, reduciendo el dolor, la rigidez y la fatiga.
Como estrategia terapéutica, el ejercicio se utiliza en personas no sanas, por lo que hay que prestar especial atención al tipo de ejercicio (modalidad, intensidad, duración, momento) que se prescribe o recomienda para cada tipo de patología y si existen o no otras enfermedades. El ejercicio físico utilizado con fines terapéuticos puede considerarse como una «polipíldora» que afecta a todos y a cada uno de los sistemas fisiológicos del organismo, incluido el sistema inmunitario. De ahí la importancia de su adecuación a cada patología y paciente, debiéndose ajustar, en un símil con los tratamientos farmacológicos, la duración, frecuencia y la intensidad del tratamiento.
El trabajo combinado de diferentes capacidades físicas es el más aconsejable y debe incluir, fundamentalmente, trabajo de la capacidad aeróbica, fortalecimiento muscular, flexibilidad y equilibrio. También cabe destacar que las personas con fibromialgia, al igual que las demás, necesitan prevenir la aparición de otras enfermedades derivadas de un nivel de actividad física insuficiente o del sedentarismo, lo que nos lleva a un papel más relevante, si cabe, del ejercicio físico dentro del tratamiento de la enfermedad.
Por lo tanto, ¿qué beneficios aporta el ejercicio físico adecuado en personas con fibromialgia?
Capacidades físicas:
Mejora de la capacidad funcional y de la resistencia cardiovascular.
Incremento de la fuerza muscular.
Mejora de la movilidad articular y la flexibilidad.
Mejora en el equilibrio y en el control postural.
Aspectos psicológicos: 
Reducción de los trastornos como la ansiedad y la depresión.
Mejoras del estado de ánimo y la salud mental.
Síndromes específicos:
Disminución de la rigidez muscular.
Reducción del dolor corporal.
Disminución de la astenia y la fatiga.
Mejoras en la calidad del sueño.
Iván González Fernández
Director de Sano Calahorra

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